Explora cómo las proyecciones mentales crean una ilusión de realidades distorsionadas y cómo afectan nuestra percepción de lo que somos
La ilusión de un futuro proyectado
Cualquier imagen proyectada en un supuesto futuro no es más que el producto de una falsa ilusión.
Cuando estás de bajón, es fácil trasladar lo que realmente deseas sentir ahora mismo en un tiempo que, en realidad, nunca llegará. Esa falsa visión se convierte en una especie de comodín, una pieza mezclada con esperanza: la idea de que nada será como es ahora.
Sin embargo, lo que sientes ahora, lo sientes ahora. ¿Qué diferencia habría en otro supuesto tiempo? ¿Por qué no puedes disfrutar de eso que en teoría deseas, ya en este momento?
El estado presente como único punto de conexión
No puedes transformar algo que no sientes. Cada estado que vives, sea cual sea, está ahí para recordarte lo que eres.
El estado mismo no es más que un síntoma, un medio para conectar con algo más profundo: tu verdadera esencia. El resto son ilusiones transformadas en imágenes que flotan y se desvanecen.
Si estas ilusiones fueran reales, ¿cómo explicarías que tengan una duración tan limitada?
Proyección: el filtro de nuestra mente
Nuestra mente opera a través de proyecciones. Cada pensamiento que experimentas, en ese momento, define tu realidad. Pero ¿puedes acaso estar viviendo dos realidades diferentes a la vez? No, simplemente no es posible. Los humanos estamos limitados a una sola experiencia secuencial.
Las «realidades» que percibimos son, en esencia, proyecciones. Cada perspectiva es un intento de ver la verdad desde un ángulo distinto, aunque apenas logremos captar una pequeña parte de ella.
Si lográramos sostener todos los ángulos, quizás podríamos obtener una visión más firme y auténtica de quiénes somos en nuestro interior.
La distorsión y los malentendidos
El mundo que proyectamos es subjetivo y maleable. Una mentira puede ser fácilmente adoptada como una gran verdad. Desde este punto, tal vez deberíamos aceptar que no se puede afirmar con certeza aquello que no es.
¿No te ha ocurrido alguna vez que estabas absolutamente convencido de algo, solo para descubrir después que no era cierto o que ni siquiera existía?
Este fenómeno lo experimentamos todos. Creamos realidades internas que no son palpables, que solo existen en nuestra mente. Al contrastarlas con el exterior, podemos descubrir que aquello que tan firmemente creíamos simplemente no está ahí.
Aceptando la ilusión para liberar la verdad
¿Qué hacemos con esas realidades que hemos creado? ¿Seguimos alimentándolas? ¿O aceptamos que son meras ilusiones generadas por nuestra propia mente?
¿Te ha pasado que has pensado algo negativo sobre alguien y, más tarde, descubres que todo era fruto de tus creencias o prejuicios? Este es un patrón común que se repite constantemente: proyectamos nuestro interior y lo interpretamos como si fuera la verdad absoluta.
La causa de los malentendidos humanos
La misma distorsión interna que proyectamos es la que da lugar a malentendidos. Una simple mirada puede convertirse en un acto violento si se interpreta a través de un filtro distorsionado.
Así, nuestra visión interior afecta directamente la manera en que experimentamos el mundo exterior y nuestras relaciones.