La percepción y la dirección del pensamiento
El simple hecho de recibir, en cualquier momento, una noticia o experimentar un cambio en la situación puede afectar de tal manera que transforma por completo la percepción del día.
Desde ese instante, puede generarse una nueva realidad percibida y al mismo tiempo, volver a entrar en la rueda de lo ya conocido: una representación de una situación que se repite constantemente.
Sin embargo, si dejo de mirarlo de esta forma, con todo lo que conlleva, me doy cuenta de que esto no me favorece nada en absoluto. ¿Qué gano al enfocar mis pensamientos únicamente en ello?
El dilema entre aceptar o resistirse
La pregunta es: ¿Debo aceptar la cosa como es o debo resistirme y apalancarme ante una situación que yo mismo estoy creando con mi propia mente y creencias? Atado en los lazos que yo mismo he fabricado, manteniéndome en ellos, se me presenta la imagen de mí mismo atrapado en una supuesta tela de araña, moviendo los brazos, intentando soltarme de lo que supuestamente me impide moverme.
¿Debo aceptar que esto funciona así sin resistirme o realmente ver claramente que soy yo mismo quien se queda enganchado en la tela voluntariamente? ¿No debería, quizás, orientarme a buscar alguna otra opción, o más bien dirigir mi atención a otro tipo de situación?
El ciclo repetitivo y la necesidad de cambio
Siento, por una parte, como si esto que estoy haciendo no me llevará a ningún lugar. Es plausible pensar que sí, que debería orientarme a eso en vez de esto, lo de siempre, allí donde no lleva a ningún sitio, solo al mismo callejón sin salida donde me refugio cada vez que aparece un supuesto problema o situación similar.
¿Y si dejo de ir a ese callejón para simplemente ir a campo abierto, donde la vista alcance otros horizontes, otros escenarios y otras posibilidades?
¿Y si quizás otorgo más credibilidad al universo respecto a lo que acontece en mi vida, si confío más y simplemente me dejo dirigir por las corrientes del destino que yo mismo me he preestablecido arriba?
El camino de la vida y el autodescubrimiento
Lo que acontece en mi vida ¿es casual o simplemente estoy recorriendo los caminos que me he programado atravesar y vivenciar, para darme cuenta de lo que estoy transitando, para encontrarme a mí mismo, el que en verdad soy, y así dejar de mirar mis propias sombras reflejadas en cada uno de los rincones de los distintos caminos?
¿Y si, en un momento determinado, me paro y tomo presencia en mí mismo, me observo, me veo y me siento como algo verdaderamente viviente en vez de estar andando sin saber quién soy?
¿Y si en verdad el que da vida es el espíritu, por qué debo seguir otorgando vida a lo que no soy? A una parte oscura que se revuelve en las tinieblas constantemente, sin siquiera ser consciente de la propia vida que habita en mí mismo.
La verdadera identidad y la falsa existencia
¿Cuánto tiempo más debo estar en una situación en la que realmente no estoy? ¿Si estoy en un estado que no soy, debo seguir otorgando veracidad a lo que no soy?
Todo lo que estoy experimentando con esta parte no pura es la promotora, la que de una forma directa me acerca cada día más a algo que soy.