El yo soy: El estado puro del ser
En la búsqueda de algo bajo el concepto del yo soy, que representa la esencia pura de lo que en verdad somos, muchos caen en la trampa de creer que es algo que debe alcanzarse. Sin embargo, el yo soy no necesita condiciones ni reglas para existir, simplemente es un estado natural.
Es como tomar un camino equivocado con la esperanza de llegar a un destino donde se podrá poseer todo lo que se anhela. Pero ese destino nunca llega, pues la dirección elegida es incorrecta. En este recorrido, es posible sentir una leve intuición que indica que algo no está bien, pero la mayoría ignora esta señal y continúa perdido en un laberinto sin salida, buscando algo que no existe.
El error de buscar el yo soy fuera de uno mismo
Intentar encontrar el yo soy para transformar la vida solo tiene una opción real: dejar de lado todas las creencias y pensamientos adquiridos para simplemente observar y sumergirse en un estado donde nada de lo que se cree que existe tiene cabida.
El yo soy es un estado puro, nuestra verdadera naturaleza. No es una idea, ni una proyección del ego, ni una imagen que pueda fabricarse en la mente. Es imposible modificar la naturaleza original de lo que ya es.
La manifestación y la unidad con el yo soy
Para transformar la realidad con el yo soy, es imprescindible sentir como si ya se fuera aquello que se desea. Se trata de una integración total con el todo, un estado de unidad que va más allá de la percepción del ego. En este estado, los deseos pueden incluso desvanecerse, al comprender que eran fruto de una ilusión y no de una necesidad real.
En el yo soy no existe el concepto de bien o mal. Estas son interpretaciones del ego basadas en la dualidad. En la esencia pura, simplemente se es.
El ego y la falsa necesidad de alcanzar algo
Muchos creen que alcanzarán la plenitud cuando consigan lo que su ego anhela, pero toda necesidad surge de una carencia creada por la mente. Cualquier cosa generada desde la ilusión no puede tener un efecto real en lo que es verdadero.
Solo en el estado del alma se puede experimentar la verdad. En este nivel de consciencia, la percepción cambia completamente, disolviendo la aparente realidad del mundo material.
Las creencias como obstáculo para conectar con el yo soy
Para llegar al yo soy es necesario desprenderse de las creencias y programas mentales arraigados. Algunos son tan profundos que crean resistencia incluso a nivel físico. Otros residen en el subconsciente y ni siquiera somos conscientes de su existencia.
Por este motivo, intentar conectar con el yo soy a través de simples repeticiones de afirmaciones no tiene efecto. Si existe una creencia dominante y opuesta, el cambio será improbable.
La certeza del yo soy frente a la inseguridad del ego
Intentar provocar algo desde una posición contraria a lo que realmente se es, no genera ningún resultado. Cuando se accede al yo soy, surge una certeza absoluta de ser. A diferencia del ego, que opera desde el temor y la inseguridad, en el yo soy no existen dudas ni interrogantes.
El bienestar desde la perspectiva del ego es una ilusión, una construcción mental basada en necesidades artificiales y materialismo. En el estado puro del yo soy, esta idea se desvanece.
La trampa de la ilusión y el despertar al yo soy
No hay nada real en las sombras de la ilusión. Todo está diseñado para manipular la percepción a través de creencias, dogmas y paradigmas sociales.
El yo soy es la fuente de toda verdad, y esta jamás podrá ser afectada por la ilusión de este mundo. Por ello, no se debe caer en la trampa de pensar que se puede alterar la esencia de lo que realmente es.
Todos venimos del mismo lugar
Sin excepción, todos compartimos la misma esencia. El mundo material es solo una plataforma donde experimentamos lo que en nuestro verdadero estado es imposible.
El alma es el puente, el recurso que nos permite experimentar esta realidad. El espíritu, por su naturaleza, no puede habitar en esta dimensión, por lo que se proyecta en una parte de sí mismo para poder estar en un estado de baja densidad.
Conectar con el yo soy no es una meta, sino un reconocimiento de lo que siempre hemos sido.