En el Evangelio de Juan 7:16-17 encontramos la siguiente enseñanza:
«Mi enseñanza no es mía sino de aquel que me envió. El que hace la voluntad de Dios reconocerá si mi enseñanza viene de Dios o si hablo por mi propia cuenta.»
En este artículo realizamos una interpretación a nivel espiritual del significado de esta parábola, alejada de cualquier tipo de religión, credo o paradigma.
Qué significa mi enseñanza no es mía sino de aquel que me envió
Esta frase deja claro que las enseñanzas espirituales no provienen de un individuo de carne y hueso, sino del mundo espiritual, donde reside el conocimiento verdadero y la esencia de la vida real.
El mensajero cumple su misión en la Tierra transmitiendo un mensaje que no se basa en teorías ni prejuicios mundanos, sino en la verdad del espíritu. Su enseñanza no está sujeta a las limitaciones del ego ni a las estructuras de la ilusión, donde todo se percibe a través de la dualidad y el juicio.
Tampoco se trata de un «Dios» separado y superior, sino del reconocimiento de que todo cuanto existe es una expresión de la misma fuente. En el mundo espiritual no existen reglas ni condiciones como las que rigen el mundo ilusorio, que es percibido como la oscuridad de la existencia.
Qué significa el que hace la voluntad de dios reconocerá si mi enseñanza viene de dios o si hablo por mi propia cuenta
Este pasaje enfatiza que solo aquellos en armonía con su verdadera naturaleza pueden reconocer la verdad de la enseñanza. Los semejantes pueden entenderse entre sí, mientras que lo que es de naturaleza opuesta no puede comprenderse mutuamente.
El ego, anclado en la ilusión de la separación, no puede entender la voz del espíritu porque no es su naturaleza. Sin embargo, el alma, que pertenece al mundo espiritual, puede reconocer la verdad en las enseñanzas transmitidas por medio de las parábolas.
De esta manera, el mensaje del mensajero no proviene de su individualidad, sino del espíritu, y solo aquellos alineados con su naturaleza espiritual pueden comprender su verdadero mensaje.
Reflexión sobre Juan 7:16-17
Desde una perspectiva sencilla, esto se puede comparar con la forma en que escuchamos las palabras de otra persona. Si interpretamos el mensaje desde la mente condicionada por la ilusión, lo reducimos a meras creencias personales. Además, si creemos en una separación entre nosotros y una entidad superior, percibimos el mensaje como algo ajeno y no como parte de nuestra propia esencia.
Por ello, para comprender un mensaje que proviene del mundo espiritual, es necesario escucharlo con la parte de nosotros que puede entenderlo: el alma. Solo así es posible reconocer la verdad más allá de las distorsiones del ego y la ilusión de la separación.