El tránsito de la muerte: un viaje de vuelta a casa, no un final

Muchas personas se hacen las mismas preguntas: ¿cómo es la experiencia de la muerte física?, ¿qué pasa después?, ¿existe vida o simplemente no hay nada? El concepto de la muerte a menudo genera inquietud, pero desde una perspectiva espiritual, no es más que un tránsito de la muerte, un cambio, un salto, una vuelta a casa.

¿Qué sucede realmente en el tránsito de la muerte?

La desconexión del cuerpo físico es vivida, según esta perspectiva, como un simple salto en un no-tiempo donde no hay pérdida de consciencia. Simplemente se pasa de un estado de densidad, de estar atado al cuerpo físico, a otro estado donde la ligereza toma protagonismo.

De hecho, si prestamos atención a nuestros sueños, podemos experimentar nuestra consciencia en otro estado dimensional. En los sueños, todo suele ser más ligero, y los escenarios cambian sin la continuidad espacial y temporal a la que estamos acostumbrados aquí, donde todo desplazamiento o cambio requiere una secuencia.

Vislumbrando señales y recuerdos en el tránsito de la muerte

Para algunas personas, especialmente aquellas con «reflejos de memoria» del alma, la muerte puede sentirse como algo ya conocido, una repetición experimentada varias veces, quedando registrada en la memoria intrínseca del alma.

Además, disponemos de información a través de numerosos libros, algunos basados en relatos de médiums o experiencias cercanas a la muerte, que describen historias de diferentes planos dimensionales. Toda esta información puede servir de guía y ayuda dentro de este mundo que a menudo percibimos como ilusorio, repleto de contradicciones y creencias limitantes propias de la perspectiva del ego. A veces, convivir en esta ilusión puede ser difícil debido a la afinidad espiritual, ya que todo aquello contrario a la ilusión materialista suele ser tratado como un peligro por el sistema de creencias dominante.

Las ciudades «entre vidas» y las familias espirituales

Se habla de múltiples «ciudades entre vidas», que funcionarían como bases de ida y vuelta en lo que, traducido para la mente humana, entendemos como reencarnaciones. Las almas irían y volverían al plano terrenal una y otra vez con el objetivo de experimentar aquello que no es posible vivir en otros planos o dimensiones, lo mismo que aquí se experimentan con el tránsito de la muerte.

Estas ciudades, a veces descritas como «de cristal» por la apariencia energética y brillante de sus estructuras, son lugares de tránsito y son sentidas por muchos como una representación de la «vuelta a casa». En ellas, siguiendo un modelo análogo al terrenal, habitarían las familias espirituales. Los roles dentro de estas familias cambiarían en cada vida: quien fue tu padre pudo ser tu hijo o pareja en otra existencia, y viceversa. Cada vida es una representación con roles necesarios dentro del gran escenario llamado Tierra.

La experiencia de conectar con tu verdadera esencia

Al experimentar una conexión profunda con el alma (lo cual puede vivenciarse como estar fuera del cuerpo, aunque este aspecto no sea lo fundamental), puede surgir un fuerte sentimiento de anhelo, una consciencia de «casa» que se convierte en un deseo casi irresistible de «volver». En ese estado, ya no sujeto a las fuerzas limitantes del ego, puedes sentir una gran energía orientada hacia la unión con el Todo.

Sientes en ti mismo que todo cuanto conoces, percibes y crees en el plano terrenal va perdiendo su importancia. Pasas a un estado donde nada de lo que aquí se vivencia como humano o ego existe de la misma forma. Todo sentido que te ata a las creencias limitantes y a las necesidades percibidas simplemente se evapora dentro de un gran sentimiento de amor pleno en ti mismo. En ese momento, tienes la certeza absoluta de que esa conexión es lo único verdadero y que eres tu propia esencia formando parte del Todo.

El propósito del ego y la ilusión terrenal

En este estado de conexión profunda, todos los miedos, productos únicos del ego y de la percepción de separación, desaparecen. El miedo, esa parte que nos acompaña en este tiempo percibido dentro del sueño terrenal, pierde su poder. Es simplemente la herramienta «necesaria» para poder experimentar este mundo ilusorio, donde gran parte de lo experimentado a través del filtro del ego no es la realidad última.

Este viaje terrenal es como estar de vacaciones un «tiempo», dentro de un gran vehículo (el cuerpo y la personalidad) que creemos ser nosotros mismos. En algún momento, veremos que no somos eso con lo que nos hemos identificado. El gran desafío en cualquier vida, cuando sea el momento, es eliminar esa identificación con lo que no somos en esencia.

El gran plan: unidad más allá de la separación

Todos y cada uno tenemos nuestro proceso, pero este está directamente ligado con el Todo. No hay nada separado de nadie; todos formamos parte de un gran plan, unidos en esencia. Aunque no lo recordemos (ese es parte del «juego» de esta experiencia), ya estamos todos en el origen, juntos.

Para la mente limitada del ego es imposible llegar a comprender mediante su propia naturaleza la envergadura y magnitud de la existencia real. Esta solo puede ser comprendida, vivida y sentida a través de la conexión con la esencia, con el alma. Todos somos uno, aunque creamos vernos separados; en realidad, estamos unidos y formamos parte indivisible del Todo.

Preguntas frecuentes

¿Qué es el tránsito a la muerte según esta perspectiva?

No se considera un final, sino un cambio de estado consciente. Es un salto desde la densidad del cuerpo físico a un estado de mayor ligereza donde la consciencia continúa, conceptualizado como una «vuelta a casa» a nuestra esencia espiritual.

¿Cómo se describe la sensación al conectar con el alma o durante esta transición?

Se describe como una experiencia de profunda unidad con el Todo, un sentimiento de amor incondicional pleno, ligereza y la disolución de los miedos, las necesidades percibidas y la identificación con el ego y el mundo material.

¿Qué papel juegan las vidas terrenales en este contexto?

Se presentan como experiencias temporales dentro de un plan mayor, como si estuviéramos usando un vehículo (cuerpo/personaje) para experimentar aspectos específicos, dentro de grupos de almas (familias espirituales) que intercambian roles a lo largo de diferentes encarnaciones.

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